Alberto Etchegaray

¿A cuánto el kilo financiero?

Sólo si hay información estandarizada las personas pueden ejercer eficientemente su derecho a elegir racionalmente

Por: Alberto Etchegaray | Publicado: Martes 7 de diciembre de 2010 a las 05:00 hrs.
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De las mejores regulaciones que se han implementado en los últimos años es aquella que permite comparar el precio por kilo de productos similares en los supermercados. El supermercado, junto con señalar el precio del producto, complementa informando el precio estandarizado por kilo, facilitando la evaluación por parte del cliente.

Esa eficiente solución regulatoria debiera trasladarse también a la oferta de productos financieros, particularmente en lo que respecta a las ventas atadas bancarias.

Parto por una declaración inicial: sería un error terminar con las ventas atadas bancarias. Como sería también un error permitir que sigan operando sin un ajuste regulatorio. Veamos por qué.

Imagine que usted está en búsqueda de un crédito hipotecario a 20 años para adquirir una vivienda en la playa. Como consumidor responsable, cotizará no sólo en el banco donde tiene su cuenta corriente, sino que averiguará las alternativas de créditos que le ofrezcan otras entidades financieras.

Imagine ahora que ese proceso lo lleva a seleccionar un crédito que considera una tasa insuperable en el mercado. Estupenda opción de financiamiento, pensará usted hasta que el ejecutivo bancario le plantea que, a objeto de facilitarle el pago mensual de su dividendo hipotecario, lo invita a contratar también una cuenta corriente, tarjeta de crédito o cuenta vista. Usted le agradece, pero le informa que no los necesita porque ya los tiene contratados en su propio banco. El ejecutivo insiste: si no adquiere el producto atado, entonces la oferta de tasa del crédito no sigue vigente.

Usted considera de nuevo sus opciones y evalúa el costo de tener el producto atado. Y aquí entramos a la esencia del problema. Porque no hay duda que el consumidor financiero puede comparar que es más conveniente, especialmente si es alguien como el lector de este diario, financieramente más sofisticado que el promedio de los chilenos. Pero eso no es tan evidente en el consumidor retail, que es menos sofisticado y que difícilmente puede evaluar el valor presente de todos los gastos y comisiones bancarias asociados al producto atado. Dicho de otra manera: no le resulta fácil saber si el ahorro generado por la tasa barata compensa esos gastos y comisiones obligados por el producto atado. Si el saldo de esa compensación es positivo, bienvenida la venta atada. Pero si el saldo es negativo, sería una decisión irracional para el cliente, injustificada, y sólo se entendería por la asimétrica información que favorece al banco.

Ahora bien, ¿qué regulación es entonces deseable en las ventas atadas bancarias? Una que condicione su existencia con la posibilidad real del consumidor de evaluar de manera asequible el valor presente de todos sus costos. De no ser así, la libertad y racionalidad del consumidor en su elección es una simple ilusión.

¿Y cómo logramos emparejar la cancha entre el banco y el consumidor? Promoviendo una entrega estandarizada de información sobre el combo ofrecido. Esa estandarización debería consistir en que todo banco que quiera promover estas ventas informe en un precio único el valor presente del total de costos financieros asociados al paquete: tanto la tasa del crédito como las comisiones y gastos bancarios asociados al producto atado.

Sólo si hay información estandarizada las personas pueden ejercer eficientemente su derecho a elegir racionalmente.

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